“La Quina”, un imperio construido a golpes de corrupción

Noviembre 11 (2013).- Fue un ardid. Espantados por la renovación moral de Miguel de la Madrid, Joaquín Hernández Galicia, La Quina, líder moral del sindicato petrolero, y Salvador Barragán Camacho, líder ejecutivo, tramaron el engaño. Y es que las cosas ya no eran iguales. La Quina había jugado varias veces con el chantaje de su retiro, Siempre le había dado resultado. Hasta que ya no.

Cuando Luis Echeverría subió a la Presidencia. La Quina lo invitó a su plaza fuerte, Ciudad Madero. “Señor presidente, yo ya estoy cansado y he pensado en retirarme de la vida sindical”. Echeverría ante semejante pérdida: “No, Joaquín. Quédese usted. Siga”. La Quina, sacrificado ante el mandato supremo: “Está bien, señor presidente, como usted ordene”.

Seis años más tarde invitó a José López Portillo: “Me retiró, señor presidente, ya estoy cansado”. López Portillo, ante la pérdida irreparable: “Usted es necesario, Joaquín, tiene que seguir”. La obediencia de La Quina: “Como usted ordene señor presidente”. Otros seis años. Invitó a Miguel de la Madrid: “Ya estoy cansado, señor presidente. He pensado en retirarme”. Silencio presidencial. De la Madrid quería una limpia en Pemex. Y La Quina y Barragán tramaron el sacrificio expiatorio.

En un restaurante del DF se reunieron con El Trampas, Héctor García Hernández, su lugarteniente en Coatzacoalcos y en la zona sur, de quien Barragán era jefe, protector y compadre. Analizaron con él la gravedad de la situación y le anunciaron que lo ofrecerían en holocausto, para aparentar la renovación moral del sindicato: te destituimos, te acusamos, huyes, le echamos tierra al asunto y en dos años vuelves. Lo destituyeron, huyó a McCallen, lo acusaron, le cargaron los platos rotos y la vajilla entera. Eso no estaba en el trato. El Trampas reaccionó en McCallen y le escribió una carta al presidente. Dijo lo que sabía –y sabía mucho– de sus jefes. Le tocó a La Quina el turnó de reaccionar. Mandó a secuestrar a El Trampas. Lo trajeron de McCallen vendado y en la cajuela de un automóvil. Lo entregaron a la policía de Reynosa. La policía lo llevó a Ciudad Madero, ante La Quina: “Te dije que te sacaría de donde te metieras”. Lo hicieron firmar acusaciones. A un calabozo en Tampico. Incomunicado. Al Reclusorio Sur. Encarcelado.

Desde 1983, Proceso ha venido publicando la historia negra de La Quina y del sindicato petrolero, forjada en connivencia y bajo tutela de Pemex. A decir verdad, desde marzo de 1977 –número 18 de la revista–, cuando fue asesinado Heriberto Kehoe Vincent –Secretario general y presidente del Consejo de Vigilancia de la sección 30, con sede en Poza Rica– y herido Oscar Torres Pancardo, su sucesor, que también sería asesinado tiempo después.

La historia de La Quina no es nueva ni es oculta, aunque apenas se haya “descubierto” en estos días. Hace más de diez años que se viene denunciando. Ni es el presidente Salinas el primero que la conoce. El 21 de marzo de 1983 –No. 333– Proceso publicó: “Enésima denuncia. Durante su largo cacicazgo en el STPRM, La Quina ha sido reiteradamente acusado de enriquecerse ilícitamente, de realizar negocios personales con recursos sindicales, de reprimir toda disidencia y hasta de contrabando de armas, como ocurrió en noviembre de 1977, cuando se descubrió un cargamento destinado a él en el buque tanque ‘Gustavo A. Madero’, en Veracruz”. Las autoridades tardaron doce años en descubrirle armas a La Quina. Y homicidios. Aquí presentamos una síntesis de la historia negra que Proceso ha contado durante doce años.

Información y foto: Proceso